Biografía

José Antonio Grande de León

En el corazón de Sevilla, en la calle Sor Ángela de la Cruz nº 6, junto al convento que perpetúa la memoria de la santa sevillana, vino al mundo un 14 de noviembre José Antonio Grande de León. Criado entre rezos y azahares, cursó sus primeros estudios en el colegio San Francisco de Paula, y más tarde abrazó la vocación docente en la Escuela Universitaria del Profesorado de Educación General Básica ‘Cardenal Spínola’.

«Cada puntada es una oración. Cada manto, un acto de fe convertido en arte».

Católico convencido, cofrade de alma y macareno de corazón, su vida transcurre entre la fe y el arte. 

Ha pertenecido a diversas hermandades de penitencia y gloria, siendo Hermano Mayor de la corporación del Carmen de la calle Calatrava. En la actualidad, ejerce como director artístico de muchas de las hermandades que confían en su genio para transformar la devoción en arte.

Desde los 17 años entrega sus manos al noble y tradicional arte del bordado en oro, siendo uno de los más notables herederos de las técnicas tradicionales sevillanas. En la plaza de Santa Lucía nº 16 abrió su taller, convertido hoy en faro y referencia del arte sacro andaluz, desde donde han partido obras que embellecen distintas hermandades por toda España e incluso más allá de nuestras fronteras.

En 2018, al cumplirse su 25 aniversario como bordador, el Círculo Mercantil e Industrial de Sevilla acogió una exposición conmemorativa que fue verdadero pregón bordado de su trayectoria. Allí lucieron piezas de nueva factura, así como diversas restauraciones, destacando el palio completo y el manto de salida de la Virgen de los Dolores y Misericordia de Jesús Despojado, o el techo de palio y bambalinas de la Virgen de los Desamparados de San Esteban.

Su taller es refugio del arte más puro: bordados en oro, plata y sedas se entretejen con la tradición más pura y la delicadeza de un trabajo enteramente artesanal. 

También acoge labores de conservación, limpieza, repaso y traspaso de bordados antiguos a nuevo terciopelo, además de confeccionar una rica variedad de elementos litúrgicos: mantos, palios, faldones, estandartes, dalmáticas, albas, casullas, estolas…

Para su Sevilla natal ha dejado su huella en hermandades tan señeras como el Amor, Jesús Despojado, San Roque, Redención, San Esteban, Candelaria, Dulce Nombre, la Sed, el Baratillo, Panaderos, Pasión, la Macarena, los Gitanos, Soledad de San Buenaventura, el Cachorro, Pino Montano, Torreblanca, Rosario de San Julián, Anunciación de Juan XXIII, Pastoras de San Antonio, Santa Marina y Triana, Carmen de Calatrava, Montemayor, Candelaria Madre de Dios y las Nieves.

Como vestidor de imágenes sagradas, su camino es aún más íntimo y devocional.

Autodidacta desde la niñez, a los 7 años ya jugaba a vestir vírgenes con la inocencia de quien no sospecha que lleva dentro una vocación eterna. A los 14 años vistió por vez primera a una dolorosa de tamaño natural: la Soledad de Osuna. En 2015 se cumplieron 25 años de aquel gesto fundacional, y sus camareras le rindieron un emotivo homenaje en el Palacio de los Marqueses de la Algaba.

Es un gran creador y tiene un estilo muy amplio y variado a la hora de vestir una Imagen, estudia mucho a la Virgen cuando la tiene delante, sus proporciones, sus facciones, su policromía, el óvalo de la cara y también tiene muy en cuenta el estilo de la Hermandad a la que pertenece, con lo que consigue que cada virgen tenga un estilo y un sello propio.

Como vestidor, posee un estilo amplio y polifacético, siempre fiel a la imagen que adereza y al espíritu propio de cada hermandad a la que trabaja. Para José Antonio, cada Virgen debe tener su sello y su identidad visual, por ello, estudia detalladamente sus proporciones, el óvalo de su rostro, la hondura de su policromía antes de disponer de forma precisa cada tocado. Destacan su maestría en la disposición de los encajes y las tablas, su habilidad para ceñir los mantos con mimo, su ingenio y su gusto por recuperar estilos antiguos, como ha hecho en la Soledad de San Buenaventura o la Virgen del Socorro.

Actualmente viste en Sevilla capital a imágenes tan queridas como la Virgen del Socorro del Amor, Dolores y Misericordia de Jesús Despojado, Gracia y Esperanza de San Roque, el Dulce Nombre, la Piedad y Caridad del Baratillo, la Merced de Pasión, la Soledad de San Buenaventura, la Virgen del Voto, del Rosario y de las Aguas del Salvador, el Amor de Pino Montano, la Purísima Concepción de Alcosa, las Nieves, el Carmen de Calatrava y la Anunciación de Juan XXIII.

Fuera de esta ciudad viste la Virgen de los Dolores Patrona de Camas, la Virgen del Socorro y la Virgen de los Ángeles de Alcalá de Guadaíra, la Virgen de la Soledad y la Virgen de la Asunción Patrona de Huévar del Aljarafe, la Virgen de los Dolores y la Virgen del Rosario de Bormujos, la Virgen de los Dolores de Espartinas, la Virgen de la Soledad de Hinojos, la Amargura de Montellano, la Soledad de Carmona, la Virgen del Carmen de Sanlúcar la Mayor, la Virgen de Fuente Clara de Aznalcollar, la Virgen de la Estrella de Chucena, la Virgen de los Dolores de la Hermandad del Nazareno de Ronda, María Stma. de la Misericordia Reina de los Mártires de Málaga, la Virgen del Dulce Nombre en su Mayor Aflicción, la Virgen de los Desamparados de Huelva, la Soledad de los Palacios y Villafranca y la Virgen de los Dolores de la Rinconada.

A lo largo de su dilatada trayectoria, José Antonio Grande de León ha sido distinguido con numerosos reconocimientos que ponen de relieve su aportación al arte sacro contemporáneo. 

Entre ellos, la Medalla de Oro del Curso de Temas Sevillanos, el Giraldillo de Honor del Ateneo, el Cirio de Honor de la Tertulia Cofrade El Pabilo o el Alfiler de Plata de Andalucía, otorgado por la web cofrade Cinturón de Esparto. Ha sido galardonado también con el Premio Victoria de Arahal, y el Premio Demófilo a una obra de arte permanente, concedido por la Fundación Machado, en reconocimiento al manto de salida de la Soledad de San Buenaventura, una de sus creaciones más aclamadas.

Su nombre quedó igualmente inscrito en la historia del arte sacro nacional al recibir, junto al gremio de artistas del Arte Sacro de Sevilla, la Medalla de las Bellas Artes, entregada por Sus Majestades los Reyes de España. No obstante, más allá de los galardones, su verdadera distinción se cifra en la memoria de los altares, en el recogimiento del camarín, en el temblor de la cera y en la emoción de los que miran a una Virgen vestida por sus manos.

Porque cada puntada que da, cada encaje que acomoda, cada pliegue que forma en los mantos que arropan a la Virgen, no es sino una oración sin palabras, el eco de una devoción antigua, el arte hecho rezo que embellece lo sagrado y lo acerca al alma del pueblo.